Éste es el proyecto que acabo de comenzar de una adaptación escrita en formato de novela de la historia "Legend of Dragoon", que hace unos años atrapó mi interés durante mucho tiempo. Espero que os guste. ¡No dudeis en comentar vuestras dudas y opiniones!

domingo, 28 de febrero de 2010

Capítulo 01




El bosque estaba agitado. Dart podía sentirlo, pero no sabía a qué se debía. Llevaba días caminando a través de una senda compleja, de relieves variados, diseminada con algunos troncos caídos. Los árboles eran altos y frondosos, cuyas hojas, de un verdor fresco e intenso, se solapaban unas sobre otras creando una maleza impenetrable. Las raíces de algunos de éstos estaban salpicadas por setas de diversos colores y tamaños, y el musgo se extendía descontroladamente entre las grandes rocas, que eran un elemento continuo a lo largo del camino. El mercenario se había parado a descansar y comer algo sentado junto a un riachuelo. Tras limpiarse la boca con el dorso de la mano, se puso en pie y echó a andar.


Era un hombre atractivo, joven, de musculatura atlética. Llevaba media melena rubia, de pelo abundante, y una bandana en la frente que usaba de vez en cuando para sujetárselo. Abundaban en su piel cicatrices, era evidente que había pasado por situaciones peligrosas a lo largo de su vida. Su torso estaba cubierto con una centelleante coraza roja, que se extendía por su hombro y su brazo, mientras que el otro permanecía completamente desnudo a excepción de un guante que cubría su mano. Vestía unos pantalones de cuero marrón, rematando en unas botas negras. Varios cinturones anudaban su pantalones, unos sujetando el bolso que llevaba colgando por la parte de atrás, otros para sujetar la vaina de su sable.

Había caminado durante al menos media hora más cuando comenzó a percibir a lo lejos el galope de unos cascos que venían en su dirección. El suelo vibraba con fuerza. Cautelosamente, Dart se agazapó junto a una formación compuesta por un tronco de árbol partido por la mitad y una roca llena de musgo. Los soldados pasaron de largo cabalgando sin advertir su presencia.Justificar a ambos lados
¿Soldados de Sandora? ¿Tan lejos de la frontera? – Dart salió de su escondrijo para proseguir su camino, cuando, centrado en sus pensamientos, se dio de bruces contra unos soldados rasos que iban a pie rastreando el camino. Ambos levantaron las lanzas en su dirección.

- ¡Alto!¿Quién va? ¡Tira el arma e identifícate!

- Tranquilos... soy de Seles. Vuelvo a mi pueblo después de... – antes de que pudiera terminar de hablar, los soldados le callaron y se pusieron en posición de combate.

- ¿Seles? ¡Un fugitivo! ¡A él!

¿Fugitivo? - pensó

Ambos soldados lanzaron una estocada directa hacia él, que desvió hacia un lado en un movimiento que le sirvió a la vez para desenvainar la espada y para defenderse. Con un paso rápido y contundente, Dart pasó por la derecha de ambas lanzas lanzando un corte en diagonal, que rajó desde la cintura hasta el hombro de uno de los soldados, acabando con él. El otro dio un paso hacia un lado y, reanudando su ataque, comenzó a lanzar cortes de lado a lado sin parar. El joven mercenario los esquivaba o los desviaba sin dificultad, buscando un hueco. Una lanzada le pasó por encima del hombro, y la aprovechó para agarrarla y bloquear el movimiento. El soldado comenzó a tirar para hacer a su rival soltar el arma, y en ese momento Dart avanzó traspasando a su enemigo con su espada de un golpe, dejando su arma clavada en el torso del rival. Mientras, giró sobre si mismo con el brazo que sujetaba la lanza, que el soldado había soltado, utilizándola para rematarle con un corte horizontal. Antes de que este cayera, soltó la lanza y sujetó la empuñadura de su espada, aún clavada en el soldado, mientras aprovechaba la gravedad que arrastraba al hombre hacia el suelo para desclavarla. Después de sacudirla con un golpe para limpiar la sangre, comenzó a darse cuenta de que algo no iba bien.

El suelo vibraba con más contundencia, y bandadas de pájaros habían echado a volar de forma violenta hacia el norte. Dart comenzó a dar pasos hacia atrás, al ver que algo inmenso desplazaba el macizo de árboles que tenía enfrente. Unas patas gigantes emergieron de entre la maleza, y una masa se desplegó extendiéndose por encima de las copas de los árboles formando la silueta de una especie de mantis gigante de color verde aceituna, que a pesar de desplazarse horizontalmente por el suelo, ya era alrededor de diez veces la altura de Dart.

¿Pero qué demonios...? – dijo el mercenario para sus adentros, sin creer lo que estaba viendo y recuperando la formación de ataque. - ¿Qué está pasando aquí?

Un rugido ensordecedor sacudió el bosque de arriba abajo, y la monstruosa criatura se abalanzó sobre Dart en un instante, intentando alcanzarle con las patas delanteras dando potentes punzadas.

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Dart esquivaba con dificultad las estocadas que le caían desde arriba, ya que sus desplazamientos cubrían las distancias justas para no ser aplastado por las fibrosas patas de la bestia. A pesar de que lograba mantenerla a raya, se veía incapaz de iniciar una retirada sin ser abatido al instante. Las ocho extremidades del animal se movían veloces, desplazándose y atacando sin dar lugar a la más mínima pausa.

De pronto, el monstruo alzó una pata por encima de su cintura para asestar una contundente punzada vertical sobre Dart. Éste, sujetando su espada en horizontal a la altura de sus ojos, permaneció quieto esperando el ataque. La criatura disparó su pata hacia el suelo a gran velocidad con la intención de aplastar al mercenario, que esperó hasta el último momento para esquivar el ataque rodando por el suelo sobre su hombro. La extremidad de la mantis se clavó con fuerza en el suelo, manteniéndola unos instantes inmovilizada debido a la profundidad de la estocada. Dart aprovechó ese instante para lanzar un profundo corte horizontal sobre ella, derramando la oscura sangre verde del extraño animal. El monstruo respondió de forma violenta emitiendo un chirrido de dolor, y usó la pata que se encontraba tras el mercenario para barrerle, lanzándolo varios metros por detrás.

Dart sintió como una sacudida eléctrica le pasó por todo el cuerpo haciendo crujir sus huesos al contacto con el animal. Sabiendo que no podía permanecer en el suelo durante mucho tiempo, se enderezó rápidamente usando la espada para levantarse, mientras apoyaba su peso en la rodilla. Dio un fuerte impulso sobre ella para elevar el resto del cuerpo. Era demasiado tarde. Una estocada caía firmemente sobre su cabeza.

Una sombra púrpura envolvió de pronto a Dart por debajo de los hombros, que sin apenas darse cuenta, ya se encontraba a varios metros de distancia del monstruo, tras una inmensa roca. Este bramaba y se revolvía arrasando lo que tenía alrededor, enfurecido por la repentina desaparición de su presa. Hojas, ramas y astillas de madera volaban por doquier creando una nube de escombros que flotaba en el ambiente. Los bigotes que surgían de su alargada cabeza de tres ojos se agitaban incesantes, creando en su cara una mueca en la que podía distinguirse claramente un sentimiento de frustración, a pesar de la aparente carencia de gestualidad en el monstruo. Poco a poco la criatura comenzó a tranquilizarse mientras emitía un ligero lamento, y avanzó apesadumbrado entre los árboles hasta perderse entre ellos, desapareciendo finalmente.

Mientras tanto, Dart permanecía silencioso pegado a la roca, junto a la mujer de morado que le había salvado, mientras oía cómo el monstruo se iba alejando lentamente. El alivio le hizo soltar un profundo suspiro, y notó cómo sus agarrotados músculos perdían tensión.

- Ya se marcha... – susurró, mientras dirigía la mirada hacia la mujer. - ¿Quién eres tú?

- Sólo pasaba por aquí. Te has salvado de milagro, chico. – dijo oteando tras la roca, vigilando el perímetro.

Cuando le devolvió la mirada, Dart se dio cuenta de lo preciosa que era. Se trataba de una mujer esbelta, de fuerte y atlética musculatura. Su piel era pálida y el pelo largo y oscuro como el carbón, al igual que sus ojos, cuya mirada felina resultaba desconcertante. Llevaba un traje de combate púrpura ajustado, con diversos motivos de color dorado adornándolo. La falda del traje le llegaba por la parte alta de los muslos, de forma que pudiera moverse con facilidad. Llevaba unas botas que enlazaban con medias de cuero, en una pierna llegaban casi hasta la falda, y en la otra únicamente hasta la rodilla. Un fino casco con forma de diadema cubría su frente. Llevaba a la espalda un sable largo y delgado pero de aparente resistencia, al contrario que la espada de Dart, cuyo filo era más bien ancho y la empuñadura grande.

El mercenario se había quedado embobado con la visión de aquella mujer, cuando se agitó para poder hablar.

- Soldados de Sandora, aquí... y parecía que esa cosa iba con ellos... Esto es muy sospechoso. – dijo, llevándose una mano al mentón y entornando la vista.

- Vaya, pareces muy desinformado. Esa “cosa” es un dragón llamado Feyrbrand. Nadie sabe cómo han conseguido utilizarlo los de Sandora, pero esta madrugada arrasaron Seles valiéndose de él. Nadie sabe qué buscaban en concreto, ya que es un pueblo muy alejado de la capital y sin valor estratégico.

Dart se agitó con gesto de incredulidad y los ojos desorbitados.

- ¿¿Seles?? – voceó – ¡Seles es mi pueblo!

Al instante Dart guardó la espada en su vaina mientras echaba a correr a toda velocidad en dirección al sendero que conducía al pueblo, que era el destino al que se dirigía en un principio. Mientras, la mujer le observaba a medida que el mercenario iba desapareciendo en la lejanía.

- Ni siquiera ha dado las gracias... – dijo, mostrando una mueca de desagrado.

Sus palabras se vieron cortadas por el refulgente brillo púrpura de la piedra que llevaba encajada en el pecho del traje, que emitía una potente luz bañando la zona en haces de color azul marino.

¿Él? ¿Será posible? – murmuró la mujer sin poder creer lo que estaba viendo. – creo que esto no ha hecho más que empezar... será mejor que me de prisa.

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Dart corría como un galgo entre los árboles mientras atravesaba la maleza con relativa facilidad a una velocidad endiablada. La senda era compleja, pero eso le daba lo mismo. De vez en cuando las ramas que brotaban de los árboles le golpeaban en el cuerpo, unas quebrándose, otras aguantando y magullándole. Apenas notaba el cansancio, se obligaba a mover las piernas con toda la rapidez que estas le permitían y podía percibir el viento cortándole la cara debido a la velocidad que alcanzaba. Tras las hojas de los árboles las compactas nubes permanecían arremolinadas creando un espeso techo en el cielo, presagiando lo que él ya temía. Al fin, comenzaba a vislumbrar la colina tras la que se encontraba Seles. Por encima de ella se extendían abiertas columnas de humo y ceniza que fluían hacia el cielo sin dificultad.

Dart ascendió la colina con rapidez dando grandes zancadas, pero la visión que obtuvo al llegar a la cima le heló la sangre.

Seles nunca había sido un pueblo demasiado grande, pero ahora había quedado reducido a la nada. De lo que antes habían sido casas quedaban cimientos de piedra ennegrecidos y vigas calcinadas, desperdigadas de cualquier manera en el interior del perímetro que marcaban lo que en el pasado habían sido sólidos muros. Algún edificio con suerte conservaba las jambas de las puertas, pero su interior estaba completamente destruido. Un pozo era lo único que se había mantenido intacto en la plaza del pueblo. El ayuntamiento estaba devastado e incluso las ascuas de las casas colindantes todavía permanecían candentes tras la destrucción que había tenido lugar unas horas antes.

El mercenario bajó hasta la planicie dando varios saltos por una senda de arenisca marrón, levantando polvareda. A un paso más relajado, comenzó a examinar la zona en busca de algún superviviente. Había varios cuerpos diseminados por el pavimento, algunos carbonizados e irreconocibles. Tras andar unos metros, encontró a un hombre apoyado en una pared derruida cubierto de ceniza, y se encaramó para buscarle el pulso colocándole los dedos índice y corazón a un lado de la garganta. Estaba muerto. Dart se maldijo a sí mismo en voz baja y se enderezó para reanudar su búsqueda entre los escombros, cuando oyó unas voces más allá de la pared del edificio.

- Ya no queda nada... por favor... dejen a estos niños... – sollozaba una frágil voz, resquebrajándose – No nos hagan más daño...

- ¡A callar, gusano! – irrumpió otra voz.

Dart se asomó por un saliente del muro con cautela, para ver la situación. Dos soldados se encontraban amenazando a un anciano que mantenía tras de sí a dos niños muy pequeños, interponiéndose entre ellos y los chicos. Iban armados con lanzas, con el traje dorado usual de los soldados de Sandora, compuesto por dos hombreras y una pechera, un casco tipo gladiador y unas botas. Uno de los reclutas le dio una patada en el pecho al hombre, y lo lanzó contra la pared que tenía detrás. Uno de los niños intentó sujetarle en un esfuerzo vano, que le hizo caer junto con el anciano. El soldado le apuntó con la lanza en la yugular y el hombre cerró los ojos con fuerza, tembloroso.

- Veo que sois muy valientes. – dijo Dart con convicción, apareciendo ante los guardias. Estos se giraron sorprendidos. - ¿Sabéis? Un dragón acaba de machacarme los huesos, y estoy bastante destrozado. Apenas me quedan fuerzas...

Dart desenvainó la espada con un movimiento rápido, mostrando mueca de desprecio, arrugando la nariz.

- ...pero ese mínimo que me queda ya me sobra para acabar con dos miserables como vosotros.

- Creo que no sabes de lo que estás hablando. – repuso el recluta con arrogancia, que al segundo bramó algo que el mercenario no supo descifrar.

Los soldados caminaron hacia Dart, separándose para rodearle, mientras ondeaban sus lanzas amenazadoramente. El mercenario iba adaptando su guardia sin perder detalle de la posición de los soldados, escuchando sus pisadas y el crujir metálico de sus armaduras. Procuraba mantenerlos en su arco de visión, girando la cabeza de lado a lado con cautela, esperando el primer ataque.

El primer soldado dio un paso largo hacia él para asestar el primer golpe, cuando escuchó una voz que le hizo detenerse.

- ¡Alto!

Los tres guerreros se giraron en dirección a la plaza, donde divisaron a un hombre ataviado con la armadura de los altos cargos de la milicia del imperio. Era azul marino atravesada por líneas naranjas. Dart dedujo por ello que se trataba del Comandante. Éste iba escoltado por cuatro tropas de élite, y avanzaban hacia el grupo. Cuando llegaron a la altura de Dart, el Comandante le miró de arriba abajo.

- Baja tus armas, guerrero, no te servirán de nada. Pareces el tipo de estúpido capaz de arriesgarlo todo por absurdos idealismos, pero eso no te salvará ahora.

- Ahórrate la charla. No necesito preguntarlo para saber que Sandora ha roto finalmente la tregua con Basil. Lo que realmente quiero saber es qué os ha llevado a borrar éste lugar del mapa. – respondió, sin bajar la guardia.

El comandante soltó una carcajada, mientras mantenía los puños apoyados con fuerza en las caderas.

- ¡Ésa es la actitud que me gusta! Te responderé, como un favor personal. Por lo visto, el Emperador Doel buscaba algo que se encontraba en este lugar. No sabría decirte el qué, pero ha removido cielo y tierra, asi que debe de ser importante.

Su tono de voz se tornó mucho más serio y grave.

- Y ahora, ríndete y seré compasivo. Puede que si juras lealtad al Emperador incluso te consiga un puesto en el ejército. Tu fuerza y tu empuje nos sería muy útil. – dijo con una voz metálica, que se proyectaba por las rendijas del casco.

- Jamás. – respondió Dart con una voz sombría, mientras acentuaba su postura de ataque con un movimiento seco.

- Lo suponía... acabad con él. No quiero que quede ni rastro de éste tipo.

El Comandante dio media vuelta, mientras los seis soldados restantes se arremolinaban en torno al mercenario.

Esto no pinta nada bien... son demasiados. – se dijo Dart, procurando no perder la concentración, ni detalle de los movimientos de los soldados. – Necesito ayuda.



Prólogo



La esférica luna se alzaba gigante e impasible arrojando una luz mortecina sobre el pueblo de Seles, mientras potentes llamaradas rasgaban el cielo nocturno trazando en él una rejilla. Bolas de fuego impactaban sobre los muros de piedra vomitando chorros de brea en llamas y derruyendo todo lo que encontraban a su paso. Fogonazos florecían aquí y allá alumbrando la noche estrellada, aunque ni siquiera el estruendo de las explosiones conseguía acallar los gritos de los ciudadanos que huían despavoridos entre los ardientes edificios del pueblo. Columnas de madera crepitaban fracturándose y deshaciéndose en cenizas al impacto de los proyectiles lanzados por las catapultas del Ejército Imperial, echando abajo un edificio tras otro sin piedad. Los soldados de Sandora, a lomos de los corpulentos caballos Nim, cruzaban las devastadas calles a toda velocidad asestando estocadas con sus lanzas a todo aquel civil que se cruzara en su camino. El pueblo entero estaba envuelto en un denso humo negro producido por la madera seca en llamas, y la carne chamuscada.

Mientras tanto, entre las ascuas, el Gran Comandante Herzel observaba el devastado panorama envuelto en su inmensa capa desde un improvisado campamento formado a la entrada de la ciudad. En todo el país cualquiera que escuchara el nombre de Herzel echaba a temblar. Era un hombre corpulento, de gran envergadura, siempre ataviado con su brillante armadura negra de acero lacado. Unas líneas rojas de color carmesí se perdían en ella dibujando espirales y segmentos de diversas formas, comenzando en la parte superior de las curvadas hombreras, atravesando el torso y finalizando en las perneras, tapadas por un taparrabos metálico que le cubría desde la cintura hasta las rodillas. Nadie conocía su cara, puesto que jamás se desprendía de su casco. Unos cortes paralelos horizontales perforados en él le servían de respiraderos, al igual que otros, situados un poco más arriba, hacían las veces de visor. La zona del cuello estaba siempre protegida por la coraza, que se elevaba en forma semicircular casi hasta a la altura de sus ojos, envolviendo casi al completo el casco.

Dos soldados de Sandora, escoltados por otra patrulla, se acercaban arrastrando con cuidado el cuerpo de una joven. La chica, aunque no presentaba herida alguna, había perdido el conocimiento hacía rato. Cuando llegaron a la altura del Comandante, depositaron el cuerpo con suavidad a sus pies.

- Señor, ésta es la mujer que buscaba. Han tratado de protegerla sin ningún éxito. – anunció uno de los soldados, manteniendo la cabeza gacha en señal de respeto.

El Gran Comandante pasó la mirada de sus soldados a la joven, y se agachó apoyando una rodilla en el suelo para poder verle mejor la cara. Tendió una mano hacia atrás, y uno de sus soldados depositó una reluciente piedra plateada en su mano. Acto seguido, acercó con cuidado el ópalo a la frente de la joven, usando su otra mano para apartarle el pelo de la frente. La piedra comenzó a emitir un fuerte brillo grisáceo, que se concentró en un haz proyectado directamente en la frente de la mujer en forma de luz. Herzel cerró con fuerza el puño que sostenía el mineral, poniéndose de nuevo en pie.

- Es ella. Lleváosla. – dijo el Gran Comandante apartando la mirada para contemplar de nuevo la ciudad. – Y bien, ¿realmente era necesario todo esto?

Mirando en su misma dirección, una figura sombría se encontraba junto a él. Su presencia no había sido advertida aún por nadie. Un tocado plateado que se extendía por los hombros le cubría la cabeza, ocultando su rostro, y una capa envolvía su cuerpo. Aunque era un hombre de envergadura, no era tan alto ni tan grande como el general.

- Son las órdenes del Emperador Doel. Si era necesario o no, es irrelevante. – habló la silueta, con voz calmada.

- Esto no se puede considerar ni una guerra. Invadir un pueblo indefenso es vil, - de pronto, un rugido sacudió la noche- y servirse de un dragón para ello es desmedido. No hay ningún honor en masacrar civiles que no pueden oponer ninguna resistencia.

- Eso no es asunto tuyo. Tu trabajo estaba limitado a encontrar a esa chica. – sentenció el hombre, que giró sobre sus talones hacia el escuadrón que recogía el campamento para marcharse.

- ¿Tan importante es esa joven como para confinarla en Hellena?

Mientras hacía una leve pausa en sus pasos, la figura contestó.

- Es clave para el futuro del Imperio. Informaré al Emperador de que tenemos lo que busca. La guerra acaba de empezar.