Éste es el proyecto que acabo de comenzar de una adaptación escrita en formato de novela de la historia "Legend of Dragoon", que hace unos años atrapó mi interés durante mucho tiempo. Espero que os guste. ¡No dudeis en comentar vuestras dudas y opiniones!

domingo, 28 de febrero de 2010

Prólogo



La esférica luna se alzaba gigante e impasible arrojando una luz mortecina sobre el pueblo de Seles, mientras potentes llamaradas rasgaban el cielo nocturno trazando en él una rejilla. Bolas de fuego impactaban sobre los muros de piedra vomitando chorros de brea en llamas y derruyendo todo lo que encontraban a su paso. Fogonazos florecían aquí y allá alumbrando la noche estrellada, aunque ni siquiera el estruendo de las explosiones conseguía acallar los gritos de los ciudadanos que huían despavoridos entre los ardientes edificios del pueblo. Columnas de madera crepitaban fracturándose y deshaciéndose en cenizas al impacto de los proyectiles lanzados por las catapultas del Ejército Imperial, echando abajo un edificio tras otro sin piedad. Los soldados de Sandora, a lomos de los corpulentos caballos Nim, cruzaban las devastadas calles a toda velocidad asestando estocadas con sus lanzas a todo aquel civil que se cruzara en su camino. El pueblo entero estaba envuelto en un denso humo negro producido por la madera seca en llamas, y la carne chamuscada.

Mientras tanto, entre las ascuas, el Gran Comandante Herzel observaba el devastado panorama envuelto en su inmensa capa desde un improvisado campamento formado a la entrada de la ciudad. En todo el país cualquiera que escuchara el nombre de Herzel echaba a temblar. Era un hombre corpulento, de gran envergadura, siempre ataviado con su brillante armadura negra de acero lacado. Unas líneas rojas de color carmesí se perdían en ella dibujando espirales y segmentos de diversas formas, comenzando en la parte superior de las curvadas hombreras, atravesando el torso y finalizando en las perneras, tapadas por un taparrabos metálico que le cubría desde la cintura hasta las rodillas. Nadie conocía su cara, puesto que jamás se desprendía de su casco. Unos cortes paralelos horizontales perforados en él le servían de respiraderos, al igual que otros, situados un poco más arriba, hacían las veces de visor. La zona del cuello estaba siempre protegida por la coraza, que se elevaba en forma semicircular casi hasta a la altura de sus ojos, envolviendo casi al completo el casco.

Dos soldados de Sandora, escoltados por otra patrulla, se acercaban arrastrando con cuidado el cuerpo de una joven. La chica, aunque no presentaba herida alguna, había perdido el conocimiento hacía rato. Cuando llegaron a la altura del Comandante, depositaron el cuerpo con suavidad a sus pies.

- Señor, ésta es la mujer que buscaba. Han tratado de protegerla sin ningún éxito. – anunció uno de los soldados, manteniendo la cabeza gacha en señal de respeto.

El Gran Comandante pasó la mirada de sus soldados a la joven, y se agachó apoyando una rodilla en el suelo para poder verle mejor la cara. Tendió una mano hacia atrás, y uno de sus soldados depositó una reluciente piedra plateada en su mano. Acto seguido, acercó con cuidado el ópalo a la frente de la joven, usando su otra mano para apartarle el pelo de la frente. La piedra comenzó a emitir un fuerte brillo grisáceo, que se concentró en un haz proyectado directamente en la frente de la mujer en forma de luz. Herzel cerró con fuerza el puño que sostenía el mineral, poniéndose de nuevo en pie.

- Es ella. Lleváosla. – dijo el Gran Comandante apartando la mirada para contemplar de nuevo la ciudad. – Y bien, ¿realmente era necesario todo esto?

Mirando en su misma dirección, una figura sombría se encontraba junto a él. Su presencia no había sido advertida aún por nadie. Un tocado plateado que se extendía por los hombros le cubría la cabeza, ocultando su rostro, y una capa envolvía su cuerpo. Aunque era un hombre de envergadura, no era tan alto ni tan grande como el general.

- Son las órdenes del Emperador Doel. Si era necesario o no, es irrelevante. – habló la silueta, con voz calmada.

- Esto no se puede considerar ni una guerra. Invadir un pueblo indefenso es vil, - de pronto, un rugido sacudió la noche- y servirse de un dragón para ello es desmedido. No hay ningún honor en masacrar civiles que no pueden oponer ninguna resistencia.

- Eso no es asunto tuyo. Tu trabajo estaba limitado a encontrar a esa chica. – sentenció el hombre, que giró sobre sus talones hacia el escuadrón que recogía el campamento para marcharse.

- ¿Tan importante es esa joven como para confinarla en Hellena?

Mientras hacía una leve pausa en sus pasos, la figura contestó.

- Es clave para el futuro del Imperio. Informaré al Emperador de que tenemos lo que busca. La guerra acaba de empezar.


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